Texto leído en la presentación del curso sobre los Movimientos de Renovación Pedagógica (CGT/ ULE
Renovación pedagógica o compromiso
social en tiempos de silencio y ruido
Francisco Flecha Andrés
Cuando a Chita le cayó el marrón de
tener que encargarse de la educación de Tarzán, aquel mono tan pelón que daba
grima, lo que le llamó poderosamente la atención no fue su torpeza o los pocos
recursos de los que disponía para sobrevivir en la jungla, la inmensa jungla,
abandonado a su suerte.
No.
Lo que le llamó poderosamente la atención en Tarzán, el mono pelón y
fabulador fue su necesidad de “contar”.
El resto de los monos de la manada disfrutaban “haciendo cosas”; pero
Tarzán solo parecía feliz contándolas.
Incluso observó que su narración no
pretendía ser una fiel reproducción de los hechos, sino una “recreación”. Al narrar los hechos se recreaba a sí mismo,
se hacía, se convertía en personaje, en protagonista. Lo que había pasado era siempre “su obra” y
su obra era él. Él se convertía en el
resultado de la fabulación de aquello que decía haber vivido.
Por eso, siempre resulta extremadamente
peligroso pedirle a un mono fabulador que te cuente, un suponer, “los orígenes
de los movimientos de renovación pedagógica en León”.
Ya lo digo. Todo mono pelón pretende ser un
fundador. Si te descuidas un poco, los
cinco millones de votantes de Podemos estuvieron acampados el 15 M en la Puerta
del Sol en Madrid.
Y hay cosas que, por grande que sea la
vanidad, son casi imposibles de apropiar.
Si vas a ver, un movimiento se parece
mucho a un río. Te decían en la escuela
(y lo aprendimos) “El Ebro nace en Fontibre, cerca de Reinosa, provincia de
Santander”. El tío Pedro me llevó hasta
allí y yo lo vi: un pequeño regato, casi nada, una virgen del Pilar y el
orgullo patrimonial de la gente del lugar.
Pero, asomado al Puente de Piedra, en
Zaragoza, te das cuenta de que son muchos lo regatos que llegan hasta
aquí. Que hay otros que se quedaron
regando otros praos por el camino, perdidos en torrenteras o evaporados en días
de bochorno.
Pero, de todos es el río. Que el río no es de nadie y es de todos: del
que va de excursión a sus orillas una tarde de domingo, del pescador, del que
se baña, bebe de sus aguas o las aprovecha en la presa del molino…
Todos sienten, con derecho, que es su
río.
Convencido de estas cosas, lo más que
puedo deciros es que yo, con otros cuantos compañeros que aún recuerdo,
estuvimos nadando, hace ya mucho, cuando aún era de noche y hacía frío, en un
regato en el que alguna de aquellas aguas ha continuado por el cauce de este
río.
Estos días, aquí, en este curso, irán
pasando viejos bañistas, esforzados nadadores de hoy en día que nos contarán,
seguramente, su experiencia parcial en este río. Aunque, también es verdad que
es parcial para el río. Pero fundamental para cada uno. Pues que, en muchos casos, más que un baño se
ha tratado de un bautismo.
Solo entendido así, como os digo, podría
contaros lo que recuerdo de aquello que fue, para mí, el primer baño y el
bautismo. Con un punto de fabulación, naturalmente, ya os lo advierto. Que uno, al fin, no es más que un mono
fabulador donde los haya.
Fabulación de un bañista que se soñaba en un río en tiempos de silencio y ruido
El bañista de quien hablo entró en el
uso (limitado) de razón allá por la mitad de los sesenta.
Antes, la verdad, era una pura obediencia a las voces que dictaban
normas desde fuera. Y, sin embargo,
pretendía dedicarse a enseñar.
Y fue cosa del destino que se encontrase
con gente, con afanes parecidos, pero que tenían la inquietante sensación de
estar hablando “en nombre de un ausente”,
a quien tenían que representar frente a la gente, defendiendo la finca e
intereses de alguien que no podía verse, pero que era el patrón y el resto,
puro peonaje.
Era un sentimiento compartido por
algunos curas, maestros, militantes políticos o grupos de cristianos de aquello
que comenzaba a llamarse los movimientos especializados de Acción Católica
(Juventudes Obreras, Estudiantes, Rurales…):
·
Quizás
el sentimiento de que aquello que se presentaba como “valores” no era otra cosa
que una forma de encubrimiento tramposo de los intereses de las clases, grupos
o ideologías dominantes.
·
Quizás,
el sentimiento de que la idealización y
defensa de “la cultura” que se hacía desde los poderes, no era otra cosa que la
forma más sutil de alienación, puesto que llevaba al desclasamiento, al
desprecio de los orígenes y a un individualismo feroz con la promesa de un
ascenso social que solo se conseguía (si se llegaba) a costa de un vaciamiento
de lo propio y de una notable desvinculación social y que que llevaba, en caso
de tracaso (el éxito siempre ha sido para pocos) a la interiorización neurótica
de la culpa y a la absoluta soledad del perdedor.
Ayudaron, tal vez, aquellas ideas que
decían que lo que, pomposamente se llamaba “cultura humana” no era otra cosa
que “cultura de clase” y que frente a la “cultura burguesa” podría y debería
defenderse una “cultura popular” que:
·
Parta
de las necesidades propias y colectivas
·
Que
entienda como cultura la solución que un grupo (el nuestro) ha dado a los
problemas del medio.
·
Que reconozca quiénes somos y las causas de
nuestros problemas.
·
Que
sea capaz de analizar con otros grupos distintos las causas de sus problemas y
su similitud con los nuestros.
·
Que
elabore proyectos de acción común para hacer frente, solidariamente, a tales
problemas.
En tiempos en que las cosas más
importantes las decían los poetas, todo parecía estar resumido en aquellos
versos que decían:
O todo, o nada;
O todos, o ninguno.
Solo, nadie se salvará.
En este ambiente, y en aquel regato que
os digo, fue surgiendo una especie de estilo de vida que aglutinó a un pequeño
grupo de curas y maestros, unidos por unos convencimientos (aunque no
estuvieran claramente formulados) que podrían resumirse en:
·
La
negación a ser considerados como unos “profesionales” con intereses, problemas
o inquietudes diferentes a los del resto de los vecinos.
·
Deseo
de estar integrado en el pueblo como uno más, compartiendo, lo más posible, el
modo de vida de los demás.
·
El
convencimiento de que el compromiso con la gente no acaba en el puro ejercicio
profesional y que su papel no es representar a “la autoridad”, sino defender a los vecinos frente a los
atropellos de cualquier autoridad.
Era un proyecto, como se ve, simple y
riguroso. Alguien, por entonces
(anónimo, por supuesto, pero bañista en el regato) lo recogió, como un
manifiesto, en unos versos que llegó a cantar Luis Pastor, el cantautor
vallecano, cuando podía y le dejaban:
Somos de la
extraña raza
De la gente
que trabaja
Tenemos las
manos llenas
De preguntas
sin respuesta.
Somos la
carne de presa
De las
doscientas doctrinas
Que solo
tienen respuestas.
Si no
trabajas la tierra
¿qué sabes de
las cosechas?
Si no vives a
mi lado
No me
importan tus ideas,
Que somos de
esa
Extraña raza
Que, cuando
juntos
Preguntan,
Van hallando
Las
respuestas.
Y, aunque parezca mentira, acostumbrados,
tal vez, a pensar que estas cosas ocurren en las ciudades y apenas llegan a los
pueblos, el regato de que os hablo surgió en un pueblo de secano, en medio de
una alta paramera.
Quizás por el hecho de ser y de sentirse
una mayoría despreciada y silenciosa, que parecía llamada a abandonar tierras,
costumbres y pasado para instalarse en la ciudad.
Surgieron así, en este medio, tres
grupos que pretendían reflexionar CONJUNTAMENTE sobre todas estas cosas
·
Un
grupo de curas
·
Un
grupo de maestros
·
Un
grupo de jóvenes agricultures, que utilizaban el cobijo (¿o coartada?) de una
organización católica.
La idea general era englobarse en un
proyecto común, al que, a veces, llamaban “promoción del pueblo” (¿Quién iba a
sospechar de semejante nombre en épocas de “planes de promoción y
desarrollo?. Del mismo modo en que
¿Quién iba a sospechar, en la ciudad, de algo que se llamase “Club Cultural de
Amigos de la Naturaleza”?).
Los instrumentos de reflexión y
coordinación se concretaban en:
·
Los
encuentros mensuales.
·
La
publicación de algunas revistillas (¡benditas imprentillas de gelatina y cola
de pescado y el enorme avance tecnologico de las multicopistas!)
·
Los
viajes de verano
El sentido de estos viajes era ponerse
en contacto y conocer las experiencias y trabajos de otra gente en otras
tierras (se recorrieron así algunas comarcas de Cataluña, Asturias o el País
Vasco).
Todo ello tenía, a los ojos de quienes
lo vivieron, algunos valores importantes:
·
El
pensar en común.
·
El
saber que en otra parte otra gente piensa, actúa y vive según este pensamiento
común y con quienes puede contarse.
·
La
conciencia compartida de que cada uno tenía, en otro sitio, una casa abierta y
acogedora.
Aquellas ideas y proyectos parecían
necesitar nuevos cauces de acción y de influencia. Destacaría tres, que fueron importantes en el
regato en que nadaba:
·
El
aprovechamiento de los TeleClubs
o Lugar de encuentro y reunión (civil y
bastante libre de censura)
o Posibilidad de editar y difundir
escritos y organizar bibliotecas.
o Organización de charlas, conferencias o
talleres.
o Papel sensibilizador del teatro.
·
Los
colegios Familiares-Rurales
o Educación para el “enclasamiento”
§ No para el ascenso social, sino para el
compromiso y eficacia en lo propio
§ Atención a la experiencia y los
problemas de la explotación agrícola familiar.
§ La escuela como casa/la casa como
escuela. Alternancia.
§ Ausencia de titulaciones, certificados o
diplomas.
o Metodología constructiva:
§ El texto del alumno como base
§ La reflexión comunitaria
§ La búsqueda de soluciones y su
experimentación práctica.
·
Los
grupos de vida de estilo comunal:
o El grupo de Zotes del Páramo.
En este periodo, sirvió como alimento
ideológico lo editado por la Editorial ZYX (editorial ligada a los grupos de la
HOAC). Editorial que
§ En lo Cultural defendía
la idea de Cultura popular
§ En lo Educativo,
la Escuela Libertaria, la Pedagogía de la Liberación y lod movimientos
cooperativos
§ En lo económico.
Divulgaba las ideas de un Socialismo autogestionario.
§ En lo político bebía
de:
o La tradición del Anarco Sindicalismo
Español
o Del Marxismo humanista de tradición
francesa
o Del Personalismo de Mounier.
De esta conexión con la HOAC se amplió el grupo y la relación con algunos
movimientos urbanos (jóvenes obreros y estudiantes, acogidos a
territorios “tolerados” (grupos parroquiales o “los luises”)
En este ambiente, con tales
preocupaciones e influencias mutuas, no parece raro que cuando el grupo de
maestros se encontró con el método de Freinet creyó haber hallado un
instrumento para avanzar en aquellas preocupaciones e intereses que habían
entrevisto y aplicado.
Y, allá por 1970 se realizó en estos
pagos una primera semana sobre el Método Freinet con asistencia de gente de muchos de estos grupos. Se escribieron “textos libres” en los que los
autores manifestaban su deseo, esperanza y compromiso para que el texto pudiera
llegar a ser, algún día, auténticamente libre.
A partir de aquellos tiempos, allá por
el 72, cuando ya se empezaban a ver luces a lo lejos, cada uno, empujado por la
vida, el entusiasmo o las heridas, fue buscando su sitio o su acomodo. Fueron cambiando las caras y los nombres.
Siguieron algunos nadadores y aumentaron el grupo (sobre todo, los maestros) que se unieron a
otros grupos y a otras fuentes y sacaron adelante el MCEP y las primeras luchas
sindicales.
Otros, todos ellos, cualquiera que haya
sido su destino, son parte de este río.
Y ya, para acabar, y porque no haya
confusiones: aquellos bañistas, cuando entonces, no tenían conciencia (ni
querían) renovar la pedagogía. Que no
pretendían, que yo sepa, encontrar métodos didácticos para transformar la
escuela, sino encontarse a sí mismos, junto a otros, renovarse y renovar la
sociedad de modo que el trabajo, la escuela, la familia y todo lo demás hagan
posible y realicen un mundo más justo, más libre y más feliz.
Que es gracia que para todos como para
mi deseo.
En León a tantos de tantos, firma y
sello.
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